CANGREJO PISTOLERO –Perfopoeta-
Anda para atrás creyendo que avanza y dispara sin preguntar hiriendo en los ojos al gigante, que resulta ser rata. LLega al filo del acantilado lanzando piedras en su propio tejado, duerme menos de lo que debiera y nunca hace ascos a la penúltima si se le calienta el hocico. Se ha acostumbrado a leer en las cafeterías, a flotar bajo la lluvia y viajar todo lo posible. Encuentra joyas dentro de las piedras y su boca suele mentir poco, por no decir nada. Cabalga cerca de su comadreja, se le hace de noche a ciertas horas y dirige su bastón hacia los culpables aun a riesgo de ser visto. Cuando descubre cuevas de brebajes y reliquias, comparte todo lo posible y también lo imposible. Vende más de lo que vale y vale menos de lo que dan por él, asusta a los niños buenos y también a los malos, todo su tesoro cabe en un calcetín. Dado a luz en el 76 allá por Aznalcázar, tiene su tienda de campaña instalada en Sevilla desde los 4 años, donde dibuja cada noche el día siguiente mirando a las estrellas del techo de su cuarto.
Anda para atrás creyendo que avanza y dispara sin preguntar hiriendo en los ojos al gigante, que resulta ser rata. LLega al filo del acantilado lanzando piedras en su propio tejado, duerme menos de lo que debiera y nunca hace ascos a la penúltima si se le calienta el hocico. Se ha acostumbrado a leer en las cafeterías, a flotar bajo la lluvia y viajar todo lo posible. Encuentra joyas dentro de las piedras y su boca suele mentir poco, por no decir nada. Cabalga cerca de su comadreja, se le hace de noche a ciertas horas y dirige su bastón hacia los culpables aun a riesgo de ser visto. Cuando descubre cuevas de brebajes y reliquias, comparte todo lo posible y también lo imposible. Vende más de lo que vale y vale menos de lo que dan por él, asusta a los niños buenos y también a los malos, todo su tesoro cabe en un calcetín. Dado a luz en el 76 allá por Aznalcázar, tiene su tienda de campaña instalada en Sevilla desde los 4 años, donde dibuja cada noche el día siguiente mirando a las estrellas del techo de su cuarto.